Hay una ley no escrita en el frontispicio de las almas, por las cuales se da acceso y reconocimiento a las mismas, en la cual se lee que las necesidades materiales son inversamente proporcionales a la grandeza de los espíritus.
De esto también se deduce que la ambición lleva siempre
piedras más pesadas para las almas cuando están hechas de nubes.
Las grandes necesidades materiales destapan normalmente
espíritus pobres o inmaduros. A veces grandes inteligencias son llevadas
encadenadas en oro por bajos espíritus cuya grandeza solo se evidencia en la
calidad final de su tragedia.
Hay sin embargo bellas almas que relucen para aquel que puede
verlas y que se arrastran en inteligencias modernamente poco refinadas o
heridas y cuerpos trastabillantes.
En la matemática de los espíritus funciona mal las reglas
del mundo contemporáneo. Esa terrible distorsión de nuestro tiempo, la belleza
de la acumulación de riqueza frente a la importancia del espíritu, crea monstruos,
mata ángeles y sobre todo hace olvidar la sencillez de lo monumental y lo ciclópeo
de lo rutinario: el poder de una sonrisa, de unas buenas palabras, una sentida
mirada, la bendición de un amanecer o el recogimiento áureo y cálido de una puesta
de sol. Ese solaz que supone la observación del movimiento cotidiano de lo
humano y lo celeste.
Los dioses trabajan en lo pequeño y en lo grande, en lo que
se ve y lo que no se ve, en la forma y en el fondo de las cosas.
¿Trabajas tu el espíritu de que se te ha dotado? Cualquier talento
recibido es una muesca que Dios deja en ti para que le sigas. Ningún talento
pide dinero. Solo pide ser cultivado para llegar a la armonía. El dinero y el
poder solo será un efecto secundario de tu talento y solo un instrumento del
mismo sin la mayor importancia, si es que es necesario. Y este talento será tan
sólido y piedra angular para tu vida tanto como seas capaz pulirlo convirtiéndolo
en la piedra de atracción de energía que una divinidad puso ahí.
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